Hace unos meses se anunció en Instagram una inscripción abierta para la expedición Llanganates 2024 de Kingue Escuela de Aventura. La expedición consistía en 7 días de acampada, senderismo y navegación por el terreno agreste de este místico lugar. Había escuchado de la expedición de amigos y amigas que tuvieron la oportunidad de vivirla junto a Kingue, y me contaron lo retadoras y transformadoras que habían sido sus experiencias.
Al leer la descripción del curso y reflexionar sobre los testimonios de mis amigos y amigas, me di cuenta de que era mi momento de vivir la experiencia por mi misma. Mi esposo, Martín, se quiso sumar también.
¿En qué consiste la Expedición Llanganates de Kingue?
Es una expedición de 7 días y 6 noches, donde navegas por el inhóspito terreno del Parque Nacional Llanganates acampando entre los páramos, lagunas y pantanos que caracterizan la región.
Acompañado por instructores capacitados, durante tu expedición sales de tu zona de confort para aprender de la naturaleza. Desarrollas habilidades técnicas como leer mapas, usar la brújula, elegir un rumbo, entender el terreno, crear sistemas, elegir un lugar de acampada, minimizar tu impacto en espacios naturales, entre otras, hasta habilidades interpersonales muy poderosas como el liderazgo, la toma de decisiones, el trabajo en equipo y la comunicación efectiva.
Además, mientras exploras un sitio fascinante, te sumerges en la historia natural del Ecuador y en las enigmáticas leyendas locales. Ésta expedición no solo te desafía físicamente, sino que también te brinda la oportunidad de reconectar profundamente con la naturaleza que te rodea y contigo mismo.
Pre-expedición
Nos pusimos en contacto con Kingue para conocer más sobre la expedición y reservar nuestro cupo.
El equipo de Kingue nos contó sobre el curso, los instructores, las herramientas y los aprendizajes que nos íbamos a llevar. Nos dieron consejos para prepararnos adecuadamente y nos mandaron la descripción del curso, la lista de equipos, el formulario médico y otros documentos claves para la preparación del curso.
Semanas antes de la expedición, tuvimos nuestra primera llamada grupal con los demás expedicionarios. En la llamada, recibimos una introducción por parte de Nacho, co-fundador e instructor de Kingue, nos presentamos, conocimos a nuestros compañeros de expedición y tuvimos la oportunidad de hacer preguntas. Antes de que terminara la reunión, programamos nuestro primer encuentro, cuyo objetivo era preparar nuestras mochilas. Debíamos llevar todo lo que pensábamos que debíamos llevar a la expedición (basándonos en la lista de equipo) y lo repasaríamos juntos, seleccionando solo lo esencial.
Desafortunadamente, por un viaje que teníamos programado desde antes, no llegamos a la revisión del grupo, pero Nacho vino a visitarnos a casa la semana antes de la expedición. Durante su visita nos demostró pacientemente cómo preparaba su mochila, respondió todas nuestras preguntas y nos ayudó a seleccionar nuestro equipo de forma consciente, dejando siempre espacio para que tomáramos nuestras propias decisiones.
Aunque teníamos la mayor parte del equipo, después de la visita de Nacho nos dimos cuenta de que nos faltaban algunas cosas esenciales. Por suerte, Kingue alquila la mayor parte del equipo: bastones, sleeping bags, zamarros y mochilas de 100 LT. Además, ellos proporcionan las carpas, palas, cocinillas, ollas y sartenes, mapas, brújula y botiquín de primeros auxilios (incluidos en la tarifa de expedición).
Después de decidirnos por alquilar ciertas cosas e invertir en equipos que sabíamos que utilizaríamos en futuras expediciones, por fin estábamos listos. No quedaba nada por hacer antes de la expedición….
Arranca la expedición
La expedición empezó en realidad un día antes del ingreso al Parque Nacional Llanganates, el viernes por la tarde, en el aula de Kingue cerca del Pasochoa. Ahí se encontraban todos los equipos y la comida que llevaríamos a la expedición.
Nuestros instructores, Nacho y Maria Clara nos enseñaron la ruta en el mapa, nos dividieron en equipos de comida y carpa y nos enseñaron a empacar nuestras maletas. Además, los que teníamos que alquilar equipos, seleccionamos nuestra mochila, sleeping, bastones y/o zamarros.
Entre los integrantes del equipo de comida nos dividimos todos los implementos de cocina y comida, y con los de la carpa, la carpa en sí, distribuyendo el peso según las capacidades de cada integrante.
Una vez que nos organizamos con nuestros equipos, practicamos la empacada de la mochila. Los instructores nos enseñaron cómo hacerla compacta para distribuir el peso equitativamente y no afectar la espalda o los hombros, cómo guardar la ropa y el sleeping para mantenerlos secos, qué debería estar accesible durante el día y cómo asegurar que la comida esté guardada de manera correcta.
Esa noche dormimos en el aula de Kingue…. la anticipación era palpable.
Reflexiones y aprendizajes
Al día siguiente, después de un desayuno delicioso, un bus nos recogió para llevarnos hasta el Parque Nacional Llanganates. Llanganates nos recibió con neblina y una lluvia ligera que nos acompañaría por la mayor parte de la expedición.
Un día a día de la expedición no le haría justicia a ésta experiencia. Es tan íntima como misteriosa y tan desafiante como inspiradora. Cada grupo vive su propia odisea, con una ruta única que se forja y se desvanece según el misticismo del páramo, las condiciones climáticas y otros desafíos encontrados y enfrentados por el espíritu indómito de sus miembros. Realmente creo que ésta experiencia se vive desde un sitio personal, aún entre miembros de la misma expedición y que es algo que tienes que ver y vivir por ti mismo.
Sin embargo, y con la esperanza de que sirva de inspiración, me encantaría compartir por acá algunas reflexiones y lecciones de mi experiencia con Kingue en la expedición Llanganates:
De sábado a sábado, estuvimos dentro del Parque Nacional, navegando desde el norte, por la Laguna de Anteojos, hasta la zona de Pisayambo. Todos los días caminamos entre 4-10 km cargando campamento, comida y ropa en nuestras mochilas. Los primeros 2 días, nuestros instructores, Nacho y Maria Clara, nos enseñaron a leer mapas, entender la topografía, fijarnos en el terreno, el clima y en el estado físico y de ánimo del equipo. Nos enseñaron técnicas Leave No Trace para minimizar nuestro impacto en la naturaleza y también nos hablaron sobre liderazgo. Nos conocimos como equipo y empezamos a establecer una dinámica ágil y colaborativa.
Los días son largos en la montaña pero en el ritmo de la caminata, entre historias y pausas para descansar del peso, o quitarte y ponerte capas, compartir frutos secos, o almorzar entre achupallas, el tiempo pasa en una estado de concentración semi meditativo. Es un balance constante entre esfuerzo físico y mental. Seguir caminando a pesar del frío, el peso y el cansancio. Recordar por qué estamos ahí. Llegar a armar campamento y antes de relajarte por completo, ayudar al resto y cocinar para poder cenar y descansar.
Cómo dice el Nacho: “a hacer las cosas que tienes que hacer para poder hacer las cosas que quieres hacer.”
A partir del tercer día, con las herramientas y habilidades que fuimos adquiriendo, era nuestro turno de liderar… Al fin y al cabo, era nuestra expedición. Todos los días, elegimos a 2 líderes del grupo que tenían la responsabilidad de determinar a dónde queríamos ir, ubicarnos en el mapa, elegir un rumbo, decidir si íbamos en un solo grupo o si nos dividíamos en grupos más pequeños y fijarse en el terreno para llegar al punto elegido en el mapa. Entre páramos, lluvia, neblina y pantanos, era una tarea retadora, ya que teníamos que tomar decisiones al paso y frente a la adversidad. Muchas veces, elegíamos scouts del grupo y los mandábamos a analizar dos potenciales rutas para tomar la decisión de cuál sería la mejor opción para seguir adelante. En más de una ocasión, tuvimos que regresarnos por el camino que habíamos recorrido porque las condiciones climáticas de la montaña o el terreno no nos permitían avanzar. Aprendimos que lo mejor a veces es darse la vuelta.
Cambiamos nuestra ruta, planificamos los días restantes de nuestra expedición y tomamos decisiones en consenso. En la montaña, es muy importante la comunicación. Aprendimos a ser claros y oportunos cuando teníamos algo que decir, y a saber escuchar, que es igual o más importante para una comunicación efectiva. Aprendimos a abordar los retos con ligereza y determinación. Entendimos mejor nuestros límites, los que nos pone el cuerpo y los que fabrica nuestra cabeza. Aprendimos a ser líderes y seguidores activos. A ser compasivos, porque todos en el equipo, incluyendote a ti, cometen errores. Desarrollamos sistemas y nos fuimos organizando mejor que en los primeros días. Todos teníamos responsabilidades pero las asignamos cuidadosamente, desde la empatía, entendiendo qué es lo que cada uno podía dar. Nos ayudamos, nos alentamos y nos reímos, algunos, incluyéndome, lloramos también. Compartimos comidas, jugamos en el tarp (toldo comunal), nos contamos historias antes de ir a dormir…y generamos un vínculo profundo y sencillo a la vez.
Una semana en los Llanganates no necesariamente te va a cambiar la vida, pero las lecciones y herramientas que te llevas, puede que sí.
Salgo con una profunda admiración y respeto por los Llanganates, por su misticismo, su naturaleza indomable y por la vida que persiste en el más rudo de los entornos. Por los instructores, Nacho y Maria Clara, que nos transmitieron calma, asombro y seguridad- y nos dieron espacio para tomar decisiones, equivocarnos y aprender, sin que nos sintamos desprotegidos o abandonados, siempre con su apoyo y guía. A todo mi equipo, que entre ocurrencias y palabras inventadas, tuvo una determinación inquebrantable y enfrentó los retos con alegría y optimismo. Y a la mejor y más abundante maestra, la naturaleza, que nos permitió reconectar con nuestras raíces, nuestros alrededores y nosotros mismos.
Visita registrada en febrero 2024